Que estamos ante un nuevo paradigma de relaciones profesionales y personales, ya no es nada nuevo. Que, en este marco, la flexibilidad, el uso intensivo de tecnología y la capacidad de adaptación al cambio serán factores claves, también lo tenemos claro. Que debemos mostrar un valor diferencial que nos haga brillar con luz propia y sea útil a otros comienza a ser un mensaje recurrente,… Y, pese a la permanente evolución, la rapidez y la turbulencia de los cambios, la conclusión final sigue siendo la misma de siempre: Tener claro nuestro Propósito en la vida y disfrutar del camino…
Y es, precisamente en ese punto, en el del establecimiento de un Propósito, en la búsqueda de nuestro “para qué”, en donde radica la solución…. Y el problema.
«En un entorno hipercompetitivo, en el que cada uno busca diferenciarse de los demás, estamos más pendientes de alejarnos de otros que de acercarnos a nosotros mismos…»
En los tiempos en los que vivimos, comienza a ser más habitual de lo deseable, que las personas caigan en la desesperanza cuando no son capaces de alcanzar aquello que se proponen. En una Sociedad, además, en la que la Cultura del Esfuerzo ha quedado relegada a la obtención de todo por la vía rápida: “aprenda inglés con 1.000 palabras”, “adelgace por la noche, mientras duerme y a base de cremitas”,… ¿para qué practicar el idioma e imbuirte de él y de la riqueza de su cultura?, ¿para qué hacer ejercicio, sentirlo en toda su dimensión, y disfrutar saboreando una comida sana? Remedios rápidos, herramientas, metodologías, recetas y fórmulas maestras… cualquier cosa, con tal de transitar de puntillas por el “meollo de las cosas” y alcanzar, cuanto antes la meta deseada.
La gran trampa radica en que este tipo de cambios “remediativos” no son sostenibles a lo largo del tiempo, y nos devuelven, a menudo, a nuestro punto de partida, con la consiguiente frustración.
Como siempre, la naturaleza nos marca el camino… Y en la naturaleza no hay atajos, las cosas suceden con una cadencia y una secuencia determinados, sin prisa, pero sin pausa.
Todo camino conlleva, de manera inexcusable, dificultades, obstáculos y barreras que han de ser sorteadas y que implicarán cierta suerte de sufrimiento y de sacrificio para seguir avanzando. Ahora bien, cuando tienes meridianamente claro para qué realizas ese camino, cuando descubres en tu interior cuál es tu propósito vital, para qué estás aquí, cuál es tu papel en todo esto, entonces el sufrimiento y el sacrificio adquieren una nueva dimensión. Es, entonces, cuando entiendes que dicho sufrimiento está presente en tu vida para enseñarte algún tipo de lección, algún tipo de aprendizaje que deberás incorporar a tu mochila para usar más adelante. Es, entonces, cuando se te revela ante ti una dirección genuina y todo adquiere sentido.
Sufrir porque sí, sin saber por qué ni para qué, nos lleva a la desesperanza, a perder el rumbo, a centrarnos en el dolor que nos produce dicho sufrimiento. Así, dedica tiempo y energías a tratar de identificar cuál es tu Propósito y, desde ahí, ajusta tu brújula interior para hacer el viaje de tu vida…
Tu misión te espera, descúbrela, hónrala cada día. No desesperes, presta atención a las señales. Están ahí delante de ti… No dejes de buscar…