EL CÍRCULO DE LA GRATITUD

La vida es tan caprichosa como disciplinada. Uno de sus compromisos es el de cerrar círculos. En este caso, el Círculo de la Gratitud.

Cuando venimos a este mundo, la pequeñez de nuestros dedos busca con ansiedad y desesperación la calidez y la grandeza de nuestros progenitores.

Ante la libertad que nos da respirar a cielo abierto, necesitamos aferrarnos con firmeza a la seguridad emocional y corporal que nos ofrece el vínculo divino que nos permitió compartir nuestra aventura en este lugar.

Ellos nos dieron la vida. También su vida. Ahora, en el atardecer de sus días, nos corresponde a nosotros ofrecer nuestra gratitud eterna por ser quienes somos y venir de donde venimos. Ahora, son sus manos las que necesitan de esa vínculo de cariño y firmeza para dar pasos, cada vez más inestables. Son sus manos las que buscan nuestras manos.

No es, simplemente, acompañarles a las puertas de la tierra prometida, sino caminar juntos hasta que nuestro paso por esta existencia llegue a su fin, antes de volver a encontrarnos más allá para abrir nuevos círculos.

Esas manos nos trajeron hasta aquí… Estas manos las acompañarán allá donde todo vuelva a empezar, con la serenidad y la certeza del reencuentro… Dentro de un tiempo, serán nuestras manos temblorosas las que traten de aferrarse a la fortaleza y al amor de la juventud a la que dimos amparo al nacer… así, con serenidad y certeza… y vuelta a empezar…

El Círculo de la Gratitud

CAMPEÓN EN ESFUERZO: ESFUERZO DE CAMPEÓN

De un tiempo a esta parte, da la sensación de que vivimos en una Sociedad centrada en la obtención de resultados inmediatos. Una Sociedad impaciente que nos apremia a alcanzar, cuanto antes, cotas más y más altas en nuestro desempeño. Tanto en el plano personal como profesional.

Vivimos rápido, muy rápido, y apenas somos conscientes de cómo suceden las cosas a nuestro alrededor. No llegamos ni a saborearlas mientras estamos en la tarea, ni a disfrutarlas cuando las hemos alcanzado.

La idea de madurar, de construir poco a poco, de hacer que las cosas, las relaciones o los logros se cocinen a fuego lento, parece reservada a personas de otro tiempo o a personas más ligadas al milenario arte de la meditación y de la vida contemplativa. El resto de mortales, los que nos batimos el cobre a diario, los que nos pasamos el día corriendo de un lado para el otro para poder llegar a todo, estamos absolutamente desbordados por una ingente cantidad de estímulos que nos presionan con conseguir cada vez más cosas, y, además, cada vez más rápido.

Este ansia por conseguir resultados en el corto plazo nos ha hecho olvidarnos del camino, del esfuerzo necesario para mejorar y crecer, a cambio de llegar cuanto antes a destino.

La gran paradoja es que, aquellos que han conseguido alcanzar resultados por encima de la media en su campo de actuación, aquellos a los que podríamos llamar «campeones» de lo suyo, aquellos que son tan admirados como envidiados por sus logros, lo han conseguido a base de currárselo a solas, mientras repetían una y otra vez los entresijos de su disciplina y mejoraban con cada gota de sudor.

En la vida no hay atajos, tal y como nos muestra la madre Naturaleza. Todo tiene un proceso de desarrollo mientras se forja y se perfecciona a base de encadenar un aprendizaje al siguiente.

Así, cada aprendizaje vivido en primera persona, al margen de la galería, basado exclusivamente en una práctica intencional, nos acerca, cada vez más, a nuestro propósito, cualquiera que sea.

Abstráete, de vez en cuando, de cuanto sucede en el mundo para conectar con tu propio ritmo y la determinación necesarias para convertirte en un campeón en esfuerzo. Tal vez este impulso te convierta en un CAMPEÓN, con mayúsculas.