MILÍMETRO A MILÍMETRO

La vida sucede de repente (o no)…
 
Ayer por la tarde, en la piscina, súbitamente sonó con fuerza un chasquido tremendo. De inmediato, una gran rama de un árbol se precipitó con fuerza hacia el suelo.
 
Afortunadamente, no impactó sobre nadie. Todo un milagro, pues, en ese lugar siempre hay familias con niños. Podría haber sido una tragedia… ¿de repente?
 
Esa rama no se rompió de repente, sino que lleva muchos meses rompiéndose, milímetro a milímetro, hasta que llega un momento en el que dicho quiebre se hace evidente y genera consecuencias, propias y en el entorno. Generalmente, de forma ruidosa.
 
Así somos también las personas. Personas que, «de repente», se rompen, se hacen daño a sí mismas o a otras. Probablemente llevan mucho tiempo quebrándose por dentro… milímetro a milímetro…
 
Tal vez puedas ser tú una de ellas. Busca ayuda. Sal de dinámicas autodestructivas apoyado en personas que te revitalicen, que te reilusionen, que te sanen.
 
Observa las señales, suelen darnos pistas de que algo está sucediendo
Tal vez pueda ser alguien cercano. Pregunta, acércate, observa las señales, escucha para tratar de darte cuenta antes de que sea demasiado tarde y suceda algo irreparable, así, de repente…
ARBOL QUEBRADO

MIEDO A VIVIR

Lo que nos separa de exprimirnos a tope a diario es no saber cuánto tiempo nos queda aquí abajo.
Pasamos por la vida con el «freno de mano echado» esperando siempre una mejor ocasión para disfrutar de la experiencia que nos ha sido regalada. Siempre postergamos nuestra felicidad condicionándola a la obtención o a la tenencia de algo, de cualquier cosa:
<<Seré libre cuando me independice, tendré hijos cuando tenga una trabajo seguro, viajaré cuando mis hijos sean mayores, estudiaré otro idioma cuando tenga tiempo, seré feliz cuando tenga dinero para vivir holgadamente,… y, así, hasta el infinito>>
Mientras nuestros temores y miedos nos atenazan, la vida pasa por delante nuestra…
El miedo a morir no es nada, comparado con el miedo a VIVIR. ¡¡¡Suelta amarras!!!, disponemos apenas de un suspiro en la línea del tiempo, desde que el mundo es mundo.
Es ahora, hoy, cuando el sol brilla, la brisa acaricia tu rostro o la sonrisa de la persona a la que amas te susurra al oído. ¿Mañana? Quién sabe si habrá mañana…
MIEDO A VIVIR

TRANSICIONES Y SILENCIOS

Cuando pasas mucho tiempo metido en tu despacho, entre cuatro paredes, es sencillo perder la dimensión de las cosas, es sencillo desconectarte del todo y perder las referencias que te conectan con lo que sucede en el mundo real, que te conectan con las cosas cotidianas y con las personas que lo habitan.

Con el pretexto de la productividad y la efectividad, esas cuatro paredes se pueden llegar a convertir en una, aparentemente inocua, celda de cristal que te puede llegar a aprisionar el alma, el cerebro, el corazón y, por supuesto, la capacidad de ver más allá.

De la misma manera, en el otro lado de la balanza, cuando pasas mucho tiempo “ejecutando” ahí afuera, lejos de tu “soledad interior”, ligado a la actividad, a la tarea, ocurre exactamente lo mismo; estás tan centrado en eso, que puedes llegar a perder la dimensión, la perspectiva y tu lugar en el espacio.

Donde verdaderamente se produce la expansión y el crecimiento de una persona es en las transiciones que se llevan a cabo con el silencio interior propio de la observación y de la toma de conciencia de lo que está sucediendo en el aquí y en el ahora. En el silencio del disfrute, del estar despierto para captar lo imperceptible, en esos momentos de idas y venidas, en ese salir y caminar, en ese trayecto de un sitio a otro, del despacho a la ejecución, de la ejecución al despacho, en esos viajes donde verdaderamente uno se vuelve a conectar con la grandeza, con el foco y la apertura de mente.

Es, justamente, en las transiciones silenciosas que ralentizan lo que sucede en el exterior para filtrar lo valioso de cada situación, donde, definitivamente, nos hacemos más grandes.

Es en el movimiento sereno donde discurre la vida; Así pues, muévete, observa en silencio, aprende y disfruta.

TRANSICIONES Y SILENCIOS

DIME DE QUÉ HUYES, Y TE DIRÉ QUIÉN ERES

Es paradójico, pero tenemos tan cargada nuestra mochila de preocupaciones y miedos, que ha llegado un momento en el que hemos perdido la perspectiva acerca de qué es real y qué no lo es. Hay estudios que tasan en un 90% los pensamientos recurrentes en nuestro cerebro, ligados a preocupaciones o situaciones que nunca llegarán a producirse.

Dicen que las personas nos movemos porque buscamos el placer o porque huimos del dolor. En el primer caso, ponemos foco en un objetivo, en una meta que anhelamos, y disponemos todos nuestros recursos para marchar hacia ello. En el segundo caso, no sabemos a dónde queremos ir, solo sabemos que queremos marcharnos de donde nos encontramos, porque no nos gusta o porque sentimos que no estamos bien. Queremos estar en otro sitio diferente al actual, sin tener muy claro cuál.

Así, cuando nos movemos de modo reactivo huyendo de todas esas «tragedias» que solo suceden en nuestro interior, emprendemos una permanente huida que no tiene fin. Una huida agotadora, angustiosa de algo que no existe. Una huida sin sentido que tiene unas consecuencias demoledoras para nuestra vida.

Miedos, amenazas, peligros, preocupaciones, fantasmas del pasado que vuelven y nos persiguen y que solo viven en nosotros…

Despierta, abraza tus miedos y centra tu atención en recorrer el camino que quieres, no tanto en mirar recurrentemente por el retrovisor a ver qué suerte de monstruo aparece esta vez…

HUIR

LA SEMILLA DE LA GRANDEZA

Al nacer, todos llevamos la Semilla de la Grandeza en nuestro interior. Así, si la plantamos en un suelo rico en nutrientes y le damos el agua, la luz y el calor adecuados, dicha semilla alcanzará las cotas de grandeza para las que fue concebida.

De ese modo, cuando una persona es acompañada por otros en el camino a su propio desarrollo y recibe una educación orientada a hacer crecer su mente, su corazón y su espíritu, es capaz de conectar con fuentes de inspiración que le recuerdan el verdadero potencial de su naturaleza. No está hecha la vida para transitarla solos.

El paso del potencial a la realidad, en términos terrenales, implica hacer. Implica traducir a acciones concretas y específicas los dones que nos han sido concedidos, para ponerlos al servicio de cualquier problemática que nos rodea, de cualquier persona que nos necesite.

En definitiva, somos lo que hacemos. Y ¿Aquello en lo que ponemos nuestra energía, nuestra ilusión y nuestro talento es algo que deja huella? ¿Es algo que importe y que, aunque sea algo pequeño, sirva para mejorar nuestro entorno?¿Es algo que le de sentido a nuestra vida?¿Cómo somos capaces de conectar lo que hacemos con lo que somos?

Nuestra #MarcaPersonal es el reflejo de esa huella que dejamos en otros. Es algo memorable que perdura a lo largo del tiempo porque genera emociones y sentimientos muy potentes. Es algo que procede del interior, es, sencillamente,… TÚ, y es ejemplo de vida.

Desde la coherencia entre lo que dices y lo que haces, siéntete orgulloso por ser semilla y abono para que otros también inicien un camino de descubrimiento de esa huella, su propia huella, que todo impregna a nuestro alrededor.

En un mundo plagado de mediocridad, que la búsqueda de tu grandeza al servicio de otros, sea tu principal fuerza motriz.

Semilla de Grandeza

PERSPECTIVA DE LA VIDA

Todos hemos experimentado, en alguna ocasión, algún tipo de situación que nos ha generado malestar, dolor, frustración, impotencia… En definitiva, algún tipo de pensamiento, sentimiento o emoción negativa.

Lo cierto es que, cada situación experimentada por cualquier persona, es percibida de manera diferente en función de la persona que la experimenta. Esto se debe a la «mochila» que cada uno de nosotros lleva a su espalda. Dicha mochila nos acompaña desde siempre, y alberga todo aquello que nos configura como persona. Entre otras cosas, gran cantidad de paradigmas y de creencias, tanto limitantes como potenciadoras, que nos convierten en las personas que somos e influyen en la interpretación que hacemos de la realidad que experimentamos.

Así, en función de nuestra mochila y su contenido, vivimos con una intensidad determinada lo que acontece en nuestra vida. Para bien o para mal.

Al mismo tiempo, lo que nos decimos a nosotros mismos (nuestras representaciones mentales) en cada situación está íntimamente relacionado con cómo de involucrados estamos en dicha situación.

Estar en el centro de lo que ocurre, distorsiona fácilmente nuestra capacidad de ver, pensar y sentir con claridad en dicha situación.

De hecho, nos resulta mucho más sencillo analizar y racionalizar lo que le ocurre a otras personas, pues lo vemos desde fuera, en la distancia.

Dos claves nos pueden ser útiles para tratar de racionalizar y relativizar las emociones que nos genera el hecho de estar involucrados en una situación compleja:

  1. Cuestionar permanentemente nuestras creencias acerca de lo que pensamos. Para ello, nada mejor que conectar tu vida a otras personas o experiencias. Para cuestionar lo que pensamos, es muy interesante relacionarse y conocer a personas nuevas, con otras formas de pensar, con otras formas de expresarse, con otras experiencias vitales y culturas diferentes, viajar a otros lugares o visitar nuevos entornos, más innovadores y rupturistas. Desde esa interrelación, podremos experimentar y expandir nuestros propios límites y darnos cuenta de la inmensidad de opciones que la vida nos proporciona, más allá de aquello que aprendimos en un momento de nuestro propio proceso de aprendizaje.
  2. Tomar Perspectiva. En este sentido, tomar perspectiva implica tomar distancia de lo que ocurre para tener una visión más clara, más integral de todo lo que está aconteciendo.

    De ese modo, hay tres ejes en los que tomar distancia: Físico, Emocional y Temporal.

PERSPECTIVA EJES CARTESIANOS

  • Distancia Física: Como hemos señalado, cuando nos separamos físicamente de las cosas tenemos un mayor ángulo de visión para entender los acontecimientos que estamos observando, de manera global. Ya hemos dicho que estar en el centro de todo, además de darnos una visión muy parcial, puede nublar nuestra capacidad de observación. Así, la propuesta en este caso, es «elevarse» físicamente lo más posible para tener esa «vista elevada» que permite, como a las aves, dominar el entorno y entender las interconexiones que se producen entre todos los elementos del sistema.
  • Distancia Emocional: Como hemos señalado, estar físicamente en el centro de una situación nos impide ver con claridad dichos acontecimientos. De la misma manera, cuando nos dejamos «embargar» por las emociones es sencillo perder nuestro Norte. Así pues, tomar distancia de nuestras emociones, una vez que le hemos dado espacio para ser experimentadas sin ser juzgadas, es una manera de racionalizar la situación vivida. Separarse de la emoción, permite observarla y no identificarte con ella, pudiendo gestionarla de una manera más adaptativa e inteligente a nuestro propósito.
  • Distancia Temporal: Finalmente, el tiempo es un elemento que permite dimensionar las experiencias vividas. Cuando damos espacio de tiempo y volvemos la mirada hacia atrás, nos damos cuenta que esa distancia temporal atenúa significativamente en nosotros los efectos físicos, pero, sobretodo, emocionales.

Tomarse tiempo, permite relativizar y darle su justa importancia a las situaciones que vivimos. Hasta el punto de parecernos ajenas.

Así, el cuestionar lo que creemos sometiéndolo a una experiencia más amplia, variada y expansiva, y, tomar distancia de las situaciones, desde un plano físico, emocional y temporal, puede conseguir, paradójicamente, que te alejes de todo para conectar mucho mejor contigo.

Ya lo sabes… dale perspectiva a tu vida…

PERSPECTIVA