DIME DE QUÉ HUYES, Y TE DIRÉ QUIÉN ERES

Es paradójico, pero tenemos tan cargada nuestra mochila de preocupaciones y miedos, que ha llegado un momento en el que hemos perdido la perspectiva acerca de qué es real y qué no lo es. Hay estudios que tasan en un 90% los pensamientos recurrentes en nuestro cerebro, ligados a preocupaciones o situaciones que nunca llegarán a producirse.

Dicen que las personas nos movemos porque buscamos el placer o porque huimos del dolor. En el primer caso, ponemos foco en un objetivo, en una meta que anhelamos, y disponemos todos nuestros recursos para marchar hacia ello. En el segundo caso, no sabemos a dónde queremos ir, solo sabemos que queremos marcharnos de donde nos encontramos, porque no nos gusta o porque sentimos que no estamos bien. Queremos estar en otro sitio diferente al actual, sin tener muy claro cuál.

Así, cuando nos movemos de modo reactivo huyendo de todas esas «tragedias» que solo suceden en nuestro interior, emprendemos una permanente huida que no tiene fin. Una huida agotadora, angustiosa de algo que no existe. Una huida sin sentido que tiene unas consecuencias demoledoras para nuestra vida.

Miedos, amenazas, peligros, preocupaciones, fantasmas del pasado que vuelven y nos persiguen y que solo viven en nosotros…

Despierta, abraza tus miedos y centra tu atención en recorrer el camino que quieres, no tanto en mirar recurrentemente por el retrovisor a ver qué suerte de monstruo aparece esta vez…

HUIR

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